Ciudad de Puebla, México. Domingo 19 de
mayo de 2013
El
extraño caso de la Dra. Célida y Mr. Plagio.
Primera
parte
por
Israel Canseco
La segunda quincena de abril aparecieron repentinamente
en mi correo electrónico -y, como después también me enteré, en los de otros
ciudadanos- algunos mensajes y archivos adjuntos que nos invitaban a analizar
la información de lo que, se consideraba, era prueba de plagio académico
cometido al interior de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la
Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla (BUAP). El caso implicaba a la Dra. Célida Godina Herrera,
profesora e investigadora de la FFyL-BUAP.
Los mensajes electrónicos a los que he aludido, eran
enviados por un grupo que se autodenominó Filosofía
Sin Plagio que también posee perfil en Facebook y un blog donde se pusieron
a disposición de todos los internautas lo que ellos consideraban pruebas de
dicho plagio académico. La dirección de blog aún existe, el amable lector,
puede consultarla en el siguiente enlace http://filsinplagio.blogspot.mx/
¿Quién es la
Dra. Célida Godina Herrera?
¿Quién es la Dra. Célida de los Ángeles Godina
Herrera? Según la página de internet
del posgrado en filosofía de la BUAP la académica es “Doctora en Filosofía.
Especialista en Bioética por la UNESCO. Secretaria Académica de la Maestría en
Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla. Profesora-Investigadora de Tiempo Completo de la Maestría y
del Colegio de Filosofía. Autora de libros y artículos en revistas nacionales e
internacionales. Presidenta de la Fundación
Atenea, por más formación e investigación filosófica y humanística A.C. Sus
líneas de investigación: Bioética, filosofía de la existencia, antropología
filosófica y filosofía de la técnica.”
Personalmente, recuerdo haber asistido únicamente a un
par de materias con ella, creo que las asignaturas eran “Ética” y “Antropología
Filosófica” y eso fue hace más de una década, cuando yo era estudiante de
licenciatura y ella aún no era Doctora ni investigadora.
Recuerdo que la última vez que tuve la oportunidad de
saludarla, hace ya casi un par de años atrás, la encontré en las oficinas del
Colegio de Filosofía de la BUAP. Me preguntó por mi trabajo de posgrado y por
una maestra que conocemos en común, Doña Guadalupe Grajales Porras. Nos
despedimos amablemente y nunca más supe de ella hasta la segunda quincena de
abril de este año, cuando llegaron los mencionados mensajes a mi correo
electrónico, aquellos que la acusaban de plagio académico.
¿Qué es el
plagio académico?
En su artículo de investigación El trabajo académico, plagio y derechos de autor, publicado por el
Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, el profesor Manuel Becerra
Ramírez dice: “En general, la doctrina del derecho de autor se refiere al
plagio tomando como punto de partida a alguien que se apropia de la obra de
otro, la hace aparecer como propia, entonces se convierte en un impostor”.
Otra definición muy certera de lo que puede ser
considerado como plagio en este ámbito es proporcionada por la Organización
Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) que en la fracción 86 de su Glosario de derechos de autor y derechos
conexos lo define como “(...) el acto de ofrecer o presentar como propia,
en su totalidad o en parte, la obra de otra persona, en una forma o contexto
más o menos alterados. La persona que esto hace recibe el nombre del plagiario;
es culpable de impostura y, en el caso de obras protegidas por derecho de
autor, lo es también de infracción del derecho de autor”.
Según las leyes mexicanas, el plagio académico no es
considerado un delito; más bien, es considerado como una conducta que rompe con
los estándares éticos que rigen a los investigadores que pertenecen a las
instituciones educativas ya sean públicas o privadas. En el texto de Martínez
Becerra ya previamente mencionado, el investigador indica: ”Podemos decir que
el plagio no es un concepto estrictamente jurídico, tiene su connotación fuerte
sentido ético y eso le da un valor especial pues, si bien no existe una mención
expresa de plagio en la ley, sí existe un valor ético que prohíbe que alguien se
atribuya como propio un trabajo o una expresión que no es suya, por supuesto,
eso independientemente de que se recurra a la normatividad en materia de
derechos de autor”.
En el caso que nos concierne, al interior de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, esta conducta, al romper con los
estándares éticos, también rompe con las normas del Estatuto Orgánico de la
BUAP que sostiene el carácter ético y social de la institución.
Si ya en sí misma la acción del plagio intelectual es
lamentable para cualquier investigador, a mí me pareció que se tornaba
moralmente más perjudicial cuando la implicada era, irónicamente, una maestra
de ética. Y es que el plagio en los trabajos de los “humanistas” -aquellos que
se dedican o dicen dedicarse profesionalmente a cultivar las humanidades en
este país- últimamente ha estado de moda; recordemos, por ejemplo, el caso de
Saltiel Alatriste, quien era, si no mal recuerdo, secretario de cultura de la
UNAM (recientemente considerada una de las doscientas mejores universidades del
mundo) y quien fue acusado de plagio académico, viéndose obligado a dejar sus
funciones en dicha institución educativa.
Cuando se presentaron por internet las pruebas que
implicaban a la Doctora Célida Godina, corrían las semanas finales del cuatrimestre
“Primavera 2103” de la BUAP, dicen que la investigadora no se volvió a aparecer
por la facultad. Algunos aluden problemas de salud, otros, estrés y sobrecarga
de trabajo, otros dicen que al estallar el escándalo se escondió, quizá
confirmando con dicha conducta su culpabilidad.
La carta
Lo cierto es que, hasta el día de hoy, la Doctora
Célida no ha planteado públicamente su opinión respecto a las acusaciones. Al
ser ella autora de tantas investigaciones, todos los que supimos de su caso
esperábamos alguna toma de postura, esperábamos que se defendiera públicamente,
con esa vehemente pasión ética que, recuerdo, la caracterizaba en el aula
cuando impartía sus clases.
No obstante, dicha defensa nunca llegó.
Pasados los días, el grupo Filosofía Sin Plagio publicó en su espacio de internet una carta a
la que, se dijo, se suscribiría en lo general. Dicha carta, en síntesis, pide
(ya que sigue vigente el suscribirse a ella) a las autoridades universitarias
de la FFyL-BUAP que se investigue el caso de la Dra. Célida tomando en cuenta
las evidencias que han sido proporcionadas y que están al alcance de todos; con
ello, se arguye, se evita difamar a la implicada y/o que la institución se vea
corrompida con el plagio al interior de sus publicaciones.
No hubo respuesta pública por parte de las autoridades
universitarias.
Con el paso de los días, al interior del Colegio de
Filosofía, se rumoró que el asunto no era otra cosa más que una difamación
anónima y que quizá con ello viejas rencillas entre investigadores estaban
nuevamente saldándose; incluso, algunos afirman, se prohibió terminantemente a
los alumnos del Colegio de Filosofía de la FFyL-BUAP hablar del tema, rompiendo
con ello -dicho sea de paso- con el derecho al libre intercambio y discusión de
ideas que caracteriza a una democracia, derecho protegido por la constitución
de este país y las leyes que rigen a las Universidades Autónomas como
Organismos Públicos Descentralizados.
Los integrantes de Filosofía
Sin Plagio y otros simpatizantes con su causa siguieron sosteniendo que la
Doctora realmente había cometido el plagio académico y que existía una
evidencia que los integrantes de la academia del Colegio de Filosofía se
negaban a investigar.
Ante tal situación, la defensa llegó.
¿Qué postura
tomó la Academia?
El 29 de abril de 2013 aparece una carta firmada por
19 miembros de la academia del Colegio de Filosofía de la BUAP y que
representa, hasta el momento, la única toma de postura oficial respecto al
asunto que aquí nos concierne.
En dicho comunicado se dice que los integrantes de la
academia del Colegio de Filosofía de la FFyL-BUAP consideran al plagio como una
acción “inmoral” que “corroe de raíz el noble trabajo de la investigación
académica”. Posteriormente, condenan a
quienes buscan “desprestigiar y estigmatizar anónimamente“ a “una” de sus
investigadoras. Y pongo la palabra “una” entre comillas porque dicho comunicado
nunca menciona el nombre de la Dra. Célida Godina Herrera, tampoco menciona de
qué se le acusa o por qué se habla de “difamación”. Más bien, su contenido un
tanto oscuro enfatiza el “ensañamiento mediático” contra un miembro del Colegio
y acusa a quien no tiene honestidad “(...) ni valentía de dar la cara al
momento de presentar acusaciones”. La parte quizá más positiva y conciliadora
de dicho comunicado es una escueta idea que aparece al final y que reconoce en
ellos una “vocación al diálogo”.
Pero ¿diálogo con quién? Parece que no lo saben, y
ello se debe a que muchos de los firmantes de dicho comunicado (entre los que, se dice extraoficialmente, se
pueden contar a su hijo, su nuera, su compañero sentimental y a su primo junto
con otros compadres y arribistas cercanos) se han hecho de enemigos políticos y
académicos a lo largo del camino, adversarios que los han acusado de acomodaticios,
corruptos, incompetentes y/o sectarios.
A pesar de lo anterior, en el comunicado de la
FFyL-BUAP del 29 de abril, nunca se menciona si se hará o no revisión de las
pruebas presentadas. Quizá ese fue el principal punto débil de su respuesta, el
mismo que, hasta ahora, no han vuelto a tocar.
Todo aquel que lea dicho escrito podrá encontrar en él
una postura más reactiva que correctiva; el redactor y los firmantes no
supieron generar la toma de postura políticamente ponderada que todos esperábamos.
Para
concluir esta primera entrega
El hecho de que las pruebas del presunto plagio se
presentaran de forma anónima, no les quita su validez como elementos de una
posible investigación. Y es que, como en su momento lo expresé públicamente a
través de mi cuenta de Facebook, el ciudadano medianamente informado sabrá que
en el reciente caso de SEDESOL las pruebas presentadas contra funcionarios
públicos se hicieron de forma anónima y ello no impidió que se investigara y
castigara a los implicados.
Alguien medianamente inteligente se puede percatar que
el caso aquí presentado y que implica a la Dra. Célida Godina Herrera, no
responde al hecho de que alguien “dé la cara” (esto no es box ni pelea callejera
de barrio), sino de que se investiguen la pruebas que, hasta hoy, siguen
disponibles para todo aquel que tenga la diligencia, curiosidad o quizá el
suficiente deber cívico o ética profesional para estudiarlas.
Por otro lado, con este caso, la FFyL y en general la
BUAP tiene una excelente oportunidad para que la institución pruebe su espíritu
legal y su capacidad de rendición de cuentas ante los ciudadanos que,
finalmente, somos quienes la sostenemos con nuestros impuestos.
Más allá de las euforias de cantina, este caso se debe
debatir abiertamente, ponderadamente, inteligentemente, con argumentos y sin
sectarismos, escuchando a todos los interlocutores. A fin de cuentas, de eso se
trata la vida universitaria. ¿No?
Como ya varias veces lo he indicado, como ciudadano de
esta República, uso mi derecho para libremente presentar y expresar mi perspectiva
del asunto.
Para evitar suspicacias: yo doy la cara.
Ya he visto que a eso le dan mucha importancia.
No pertenezco al grupo Filosofía Sin Plagio pero me parece que sus demandas, en lo
general, son legítimas. En efecto, no estoy a favor de que se difame a una
investigadora de la BUAP, pero tampoco estoy a favor de solapar un caso de
plagio académico, si es que existe. ¿La mejor forma de saberlo? Que se analicen
las pruebas, eso tiene sentido práctico y bastante inteligente.
Pero el caso ahí no terminó.
¿Y luego, qué pasó?
No se pierdan la siguiente entrega de El Extraño
caso de la Dra. Célida y Mr. Plagio.
Continuará . . .
Si alguien está a favor o en contra de mis opiniones,
pongo a disposición de todos los amables lectores mi correo electrónico para
que puedan opinar del asunto filcanseco@gmail.com
GRACIAS :-)
MCL Israel Canseco